Dicen los que saben de esto que un buen baremo para medir la salud del turismo que acude a un determinado lugar es contar japoneses. Ustedes ya saben, estas personas más bien bajitas, de ojos rasgados y con una cámara de fotos de última generación colgada al cuello (ojo, no confundir con los chinos que nos quieren colonizar vendiendo baratijas, que son prácticamente iguales pero sin cámara). Pues bien, ¿han visto ustedes algún japones por Palencia? Habrán sido unos privilegiados si así ha sido, porque yo no he visto ni uno. Lo más parecido que me he cruzado ha sido algún pequeño grupito de catalanes (que no suelen tener los ojos rasgados pero sí llevan cámara, e incluso trípode algunas veces) quejándose amargamente de no encontrar un puto bar abierto en la calle Mayor y alrededores un sábado por la mañana.
Y es que es verdad; se cuenta y no se cree: la calle principal de una ciudad española, capital de provincia (que no de comarca, pues el Cerrato tiene su epicentro en otro lugar, pero de esto ya hablamos otro día, que puede resultar demasiado polémico) con solamente cinco bares, y escondidos. Para que luego hablen de señas de identidad. Así que claro, con este panorama, uno se aburre los veranos en Palencia. Antes podías quedar con los amigos para hacerte fotos por la noche abrazando y besando a las estatuas (sin necesidad de ningún psicotrópico, ¿eh?), pero ahora no queda ni gente con imaginación; solamente nos queda el recuerdo: un folleto titulado "La escultura me la pone dura" y los amigos en el recuerdo, algunos más lejos que otros.
Y Palencia sigue ahí, impertérrita, callada (o muda) y sin un mal japonés que llevarnos a la boca.
¿Cuál es el lugar más famoso de Palencia?
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